Don Pelayo: el héroe de Covadonga, primer rey de Asturias y origen de la Reconquista
Don Pelayo es una de las figuras más emblemáticas de la historia de España y, en especial, de Asturias. Su nombre está ligado para siempre a la batalla de Covadonga (722), considerada el inicio de la Reconquista, y a la fundación del Reino de Asturias, primer núcleo cristiano tras la invasión musulmana. Pero más allá del mito y la leyenda, Pelayo fue un hombre de su tiempo: heredero de la tradición visigoda, líder militar en un momento de crisis y creyente firme en la providencia divina.
En este artículo, exploraremos la vida de Don Pelayo, sus creencias, la batalla de Covadonga, el nacimiento del reino astur y el legado que dejó a la historia de la Península Ibérica. Una narración que busca ser la más completa referencia sobre él, combinando historia documentada con el eco legendario que ha llegado hasta nuestros días.
El contexto histórico
El siglo VIII fue un tiempo convulso para la Península Ibérica. Tras la derrota visigoda en la batalla de Guadalete (711), las tropas musulmanas ocuparon rápidamente casi todo el territorio hispano. El antiguo reino visigodo colapsó, y solo en las regiones montañosas del norte —Asturias, Cantabria y parte de Galicia— la resistencia era aún posible.
La orografía de Asturias, con sus montañas abruptas, valles profundos y pasos estrechos, ofrecía un refugio natural a quienes se negaban a someterse al poder musulmán. Fue allí donde surgiría una figura llamada a convertirse en símbolo: Don Pelayo.
¿Quién fue Don Pelayo?
Las fuentes históricas nos ofrecen versiones distintas sobre el origen de Pelayo. La Crónica Albeldense y la Crónica Rotense lo presentan como un noble visigodo, posiblemente un comes o alto dignatario de la corte del rey Rodrigo. Algunos investigadores sugieren que pudo haber sido espatario (guardaespaldas real) o incluso un caudillo local de linaje astur.
Sea como fuere, tras la derrota visigoda y el avance musulmán, Pelayo encontró refugio en su tierra natal, Asturias. Allí, entre montañas y gentes indómitas, se forjó como líder de una resistencia que parecía imposible.
Más allá de su origen, lo que resulta indiscutible es que Pelayo fue reconocido como jefe por las comunidades astures. Su autoridad se sustentaba tanto en su ascendencia noble como en su carisma y en la convicción de que luchaba bajo el amparo de Dios.
La rebelión en Asturias
En torno al año 718-722, Pelayo fue elegido caudillo por los astures reunidos en Cangas de Onís. La decisión no fue solo política, sino también espiritual: los relatos cuentan que él mismo veía en su misión una encomienda divina para restaurar la fe cristiana.
Las primeras acciones de Pelayo consistieron en organizar una resistencia armada contra los recaudadores y guarniciones musulmanas. Poco a poco, su figura atrajo a más hombres, formando un pequeño ejército dispuesto a enfrentarse a fuerzas mucho más poderosas. El enfrentamiento decisivo llegaría en un lugar que se convertiría en símbolo eterno: Covadonga.
La batalla de Covadonga
El escenario
Covadonga, en los Picos de Europa, no era un campo de batalla cualquiera. Era un santuario natural: montañas escarpadas, valles estrechos y cuevas que servían de refugio. Allí se reunieron Pelayo y sus hombres, conscientes de que la única forma de vencer era convertir la geografía en su aliada.
La desigualdad de fuerzas
Las crónicas narran que el ejército musulmán enviado para sofocar la rebelión era muy superior en número. Pelayo apenas contaba con unos centenares de combatientes, armados con lanzas, espadas antiguas y hondas. Sin embargo, la motivación era férrea: luchaban por su tierra, por su fe y por su libertad.
El combate
La Crónica Rotense describe cómo, en lo más estrecho del valle, los astures emboscaron al ejército musulmán. Las rocas lanzadas desde lo alto, los ataques rápidos desde la espesura y la ventaja del terreno convirtieron la batalla en una carnicería para las tropas invasoras.
El propio Pelayo, según la tradición, se refugió en la Santa Cueva de Covadonga, desde donde oraba y alentaba a los suyos con la convicción de que la Virgen los protegía. Para los musulmanes, aquel terreno se transformó en una trampa mortal de la que apenas unos pocos lograron escapar.
La victoria inesperada
La victoria de Pelayo en Covadonga no fue solo militar: fue espiritual y simbólica. El pequeño grupo de astures había resistido al poder más temido de su tiempo. Para los cronistas cristianos, se trató de un milagro, una señal de que Dios había elegido a aquel pueblo y a su líder para mantener viva la llama del cristianismo en la península.
Las consecuencias fueron inmensas: la batalla marcó el inicio de un nuevo reino en el norte y se convirtió en el punto de partida de la Reconquista. Desde entonces, Covadonga dejó de ser solo un valle y pasó a ser un santuario de la identidad asturiana y española.
Pelayo como primer rey de Asturias
Tras la victoria en Covadonga, Pelayo consolidó su autoridad en la región. Fue proclamado primer rey de Asturias y estableció su corte en Cangas de Onís. Su gobierno se apoyaba en una mezcla de tradición visigoda y estructuras locales astures.
Durante su reinado, organizó la defensa de las montañas, fortaleció los lazos con las comunidades vecinas y sentó las bases de un reino que, con el tiempo, se expandiría y daría continuidad a la resistencia cristiana frente al islam. Casado con Gaudiosa, tuvo descendencia —entre ellos Favila, su sucesor— y consolidó una dinastía que marcaría el futuro del norte peninsular.
Las creencias de Don Pelayo
Pelayo no fue solo un caudillo militar, sino también un hombre de profunda fe. Sus decisiones y estrategias estaban impregnadas de una visión espiritual que le daba fuerza en la adversidad.
Fe cristiana y providencia divina
Para Pelayo, la derrota de los visigodos no era el final, sino una prueba. Estaba convencido de que Dios había permitido aquel desastre para poner a prueba la fidelidad de los suyos. Su victoria en Covadonga fue interpretada como un milagro, una señal inequívoca de que la providencia estaba de su parte.
La Virgen de Covadonga
La tradición sostiene que Pelayo rezó en la Santa Cueva, encomendándose a la Virgen María. Desde entonces, Covadonga quedó ligada al culto mariano y a la idea de protección divina. Para él, la fe no era solo una creencia personal, sino un elemento que cohesionaba a sus guerreros y les infundía coraje.
El sentido de misión
Pelayo veía en su lucha un deber sagrado: no solo defender la tierra asturiana, sino también restaurar la cristiandad en la península. Este sentido de misión trascendía lo político y lo militar, convirtiéndolo en un líder carismático capaz de inspirar a un pueblo entero.
Su fe era, en definitiva, la base de su autoridad. En una época donde lo religioso y lo político estaban profundamente unidos, Pelayo encarnaba la idea de que el poder legítimo provenía de Dios y debía ejercerse en su nombre.
La Cruz de la Victoria: símbolo eterno de Asturias
Entre las tradiciones que rodean a Pelayo, una de las más significativas es la de la Cruz de la Victoria. Según la leyenda, Pelayo portó en Covadonga una sencilla cruz de madera como estandarte durante la batalla. Este símbolo representaba la fe cristiana frente al poder musulmán y se convirtió en emblema de la victoria.
Con el paso del tiempo, la cruz fue custodiada por los reyes asturianos y, en el siglo IX, el monarca Alfonso III el Magno mandó recubrirla de oro y piedras preciosas, dando lugar a la actual Cruz de la Victoria. Esta pieza, conservada en la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, es hoy el mayor símbolo heráldico de Asturias y figura en su bandera oficial.
Aunque la historicidad de que Pelayo la llevara en Covadonga es discutida, lo cierto es que la tradición la asocia directamente a él, convirtiéndola en puente entre su gesta y la identidad asturiana. No es solo un objeto litúrgico: es un emblema de resistencia, fe y continuidad histórica.
Muerte y sucesión
Pelayo falleció en torno al año 737, tras cerca de dos décadas de reinado. Fue enterrado en la Santa Cueva de Covadonga, el mismo lugar donde había orado y resistido en la batalla que lo convirtió en leyenda. Su tumba, junto a la de su esposa Gaudiosa, se convirtió en lugar de peregrinación y devoción.
A su muerte, le sucedió su hijo Favila, aunque su reinado fue breve. La continuidad dinástica, sin embargo, quedó asegurada, y el Reino de Asturias se consolidó como el primer bastión cristiano firme en la península tras la invasión musulmana.
El mito y la leyenda de Pelayo
Con el paso de los siglos, la figura de Pelayo trascendió lo histórico para convertirse en mito. Las crónicas lo presentaban como un elegido por Dios, un héroe que, con apenas un puñado de hombres, había derrotado a un ejército inmenso. Su gesta se narraba no solo como una victoria militar, sino como un milagro providencial.
Durante la Edad Media, Pelayo fue exaltado como símbolo de la Reconquista, un estandarte espiritual y político. En la Edad Moderna y Contemporánea, su figura fue reinterpretada por monarcas, eclesiásticos e incluso nacionalismos como emblema de resistencia, identidad y fe.
Para Asturias, Pelayo es mucho más que un personaje histórico: es el padre fundador, el héroe de las montañas y el guardián de Covadonga. Para España, representa el inicio de la larga lucha que, siglos después, culminaría con la unidad bajo los Reyes Católicos.
El mito de Pelayo no se entiende sin la combinación de historia y creencia. Fue un hombre real, con sus circunstancias y decisiones, pero también un símbolo cuya fuerza se ha mantenido viva durante más de mil años.
Legado de Don Pelayo
El legado de Pelayo se manifiesta en múltiples dimensiones:
- Histórica: fundador del Reino de Asturias y origen de la Reconquista.
- Espiritual: su fe y la devoción a la Virgen de Covadonga.
- Cultural: la Cruz de la Victoria y los relatos que lo han convertido en mito.
- Identitario: símbolo del orgullo asturiano y de la resistencia frente a la adversidad.
Hoy, su figura sigue viva en estatuas, monumentos, literatura, películas y en la memoria colectiva. Covadonga continúa siendo lugar de peregrinación, tanto religiosa como cultural, donde se honra al hombre que levantó un reino en las montañas.
Línea de tiempo de Don Pelayo
- c. 685 → Nace Pelayo, probablemente de origen visigodo o noble astur.
- 711 → Batalla de Guadalete: derrota visigoda ante los musulmanes. Pelayo, según algunas crónicas, escapa hacia el norte.
- 718-722 → Es elegido líder por los astures en Cangas de Onís. Comienza la rebelión contra el dominio musulmán.
- 722 → Batalla de Covadonga: victoria de Pelayo y los astures sobre el ejército musulmán. Nace el mito.
- 723-737 → Reinado de Pelayo como primer rey de Asturias. Consolida su poder en Cangas de Onís.
- 737 → Muerte de Pelayo. Es enterrado en la Santa Cueva de Covadonga. Le sucede su hijo Favila.
- Siglo IX → Bajo Alfonso III, la cruz de madera atribuida a Pelayo se convierte en la actual Cruz de la Victoria.
- Edad Media y Moderna → Su figura es exaltada como origen de la Reconquista y símbolo de resistencia cristiana.
- Actualidad → Pelayo es recordado como héroe de Asturias y de Covadonga, conmemorándose su legado en monumentos, fiestas y la bandera asturiana.
Conclusión
Don Pelayo fue un hombre y un mito, una figura que une historia y leyenda. Su vida marcó el inicio de un reino y de una epopeya que transformó la historia de la península: la Reconquista. Para los asturianos, es el héroe eterno; para los españoles, el iniciador de un camino que culminó en la reunificación. Su legado, más de trece siglos después, sigue iluminando la historia de Asturias y de España.